Mérito. Gran reportera, narradora y columnista. En el país, le ha dado otro concepto al verbo viajar, a los reportajes, a la crónica social y a los temas de género.
Un hacer periodístico que se construye a partir de inagotables vivencias, una historia que nunca deja de escribirse, su sello es la constancia y la curiosidad. Su vida es su oficio. En un universo de escritura y lectura confluye su técnica. Una mujer en constante expresión. Una chispa continua, que nunca baja su esplendor. La disciplina marca la creación vigorosa de un estilo propio, sin grandes pretensiones, solo con la visión de llegar a quienes disfrutan curiosear con el conocimiento.
Aprendió a leer con “Platero y yo” enseñada por su madre, María Ugarte, comenta. A los once años cuando su madre trabajaba como redactora en el periódico El Caribe le gustaba visitarla para ayudarle a organizar colaboraciones escolares y en varias ocasiones salía con ella a algún servicio periodístico. A esa misma edad hacia sus inicios en la radio, cuando en una ocasión se atrevió a leer noticias por la emisora que funcionaba en la redacción de ese mismo diario.
“Mi mayor inspiración profesional ha sido María Ugarte, no tanto por sus palabras, sino por sus hechos, donde como periodista primaba la laboriosidad y la ética profesional”.
En el periódico estudiantil del Colegio Santo Domingo, figuraban sus inicios en el periodismo. En este mismo colegio realizó los estudios de secretariado bilingüe. Al terminarlos, viajó a España para hacer un curso de estudios hispánicos. Allí vivió dos años. Al regresar laboró como secretaria del gerente general del Hotel Jaragua Intercontinental, luego del gerente de estación de Pan American Airways en el aeropuerto.
“Renuncié al casarme con Ángel Ramos Usera, piloto de la Aviación Militar Dominicana. Nació en Santo Domingo mi hijo Ángel. A Ramos le enviaron con un puesto militar a Washington, D.C., donde nacieron Carmen Virginia y Alexis”. Para Carmenchu sus hijos constituyen el mayor respaldo en su vida: “Pues con su actitud y disposición desde adolescentes se fueron abriendo camino. Pese a mis constantes ausencias por razones de trabajo, nunca externaron una queja. Siempre me dieron su apoyo”.
Desde Estados Unidos, por un traslado de su esposo, pocos días antes de estallar la revolución, vivió un año en Buenos Aires. Volvimos a República Dominicana cuando el gobierno de García Godoy, nos comenta.
“A fines de la década de 1960 me dediqué a traducir, para el periódico El Caribe, artículos de índole diversa (modas, política, etc), de The Washington Post y The New York Times. Tras varios años de traductora me sentí con la ilusión de escribir, convirtiéndome en periodista empírica en El Caribe”… Ya para 1971 ella publica su primer artículo: “La moda en Santo Domingo”, en lo que constituyó la primera columna fija sobre moda en un periódico nacional.
Escribir reportajes amplios sobre la moda y sus manifestaciones creativas, la lleva a conocer a través de su buen amigo el artista Fernando Peña Defilló, al diseñador Oscar de la Renta.
Carmenchu ha tenido como constancia su interés en la condición de la mujer en el país, lo que la llevó a crear una serie de entrevistas a mujeres sobresalientes profesionalmente. Sin importar condición incluyó mujeres de diversos niveles sociales con el objetivo de defender la igualdad de oportunidades ante una sociedad liderada por los hombres.
Su mayor orgullo: el reconocimiento que le hizo Magaly Pineda, (que escribía bajo el seudónimo Leonor Tejada en el periódico Última Hora), a sus trabajos sobre la mujer, calificándola de ‘pionera’ por los datos que aportaba con esos artículos en El Caribe, “En un país donde no hay nada escrito en materia de estudios femeninos”.
En el mundo de la crónica rosa, no solo se trataba de cubrir sociales. Para Carmenchu uno de sus mayores éxitos ha sido poder encaminarse junto a sus equipos de trabajo en la proyección de temas sumamente diversos, ajenos a los que en esa época abordaban las periodistas encasilladas en las Sociales.
Ella comparte la historia de que “alternaba trabajos de peso con coberturas sociales de recepciones e incluso incursioné en el deporte. Cubrí gimnasia en los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe. Recibí mi primer premio, en 1973, el Shell, por reportajes vivenciales de barrios marginados en la capital y en Santiago”.
Su inquietud por el bienestar y reconocimiento del rol de la juventud en nuestra sociedad, la motiva a escribir en el periódico el Caribe una serie de artículos sobre estudiantes universitarios. Mas de tres semanas recogiendo información sobre estudiantes que venían desde las provincias a estudiar: se reunía con ellos en la UASD y en la UNPHU. A otros los visitaba directamente, lo que la hizo familiarizarse con las condiciones en que estos vivían en barrios marginados de la capital. Sacó vivencias y estadísticas de diversas índoles.
“Esa serie de artículos me valió, en 1974, el Premio Pellerano Alfau, cuyo jurado lo integraban tres reconocidos escritores: Pedro Mir, Héctor Incháustegui Cabral y Federico Henríquez Gratereaux”.