Aun con labores tan disímiles, la madrugada del martes les puso a ambos en la zona cero de la catástrofe ocurrida en la discoteca Jet Set tras el colapso del techo de la estructura, afrontando la tarea más desafiante.
Óscar Félix estaba acostumbrado a intervenir en accidentes de tránsito como parte de la Unidad de Extricación y Rescate del Ministerio de Obras Públicas, mientras, Roberto Núñez, en la misma institución, ha estado a cargo de la limpieza de filtrantes e imbornales.
Aun con labores tan disímiles, la madrugada del martes les puso a ambos en la zona cero de la catástrofe ocurrida en la discoteca Jet Set, tras el colapso del techo de la estructura, afrontando la tarea más desafiante.
“Las víctimas no son familiares de uno, pero a uno le duele. Pues son humanos al igual que uno. A uno le duele, a usted le duele, a él le duele también”, decía Núñez en medio del cansancio de más de 24 horas removiendo escombros.
Ha pasado de limpiar las calles de Santo Domingo a un escenario donde se confirmaron 124 muertos y cadáveres que todavía no se extraen, viendo a compañeros quedarse en la escena con jornadas que les llevan a amanecer.
Llevaba un gorro de seguridad y guantes, teniendo que levantar los desprendimientos del techo con ayuda de una retroexcavadora que agilizaba el despeje del entorno para que los brigadistas continuaran el rescate.
“Yo le di gracias a Dios más que ella”
En una faena diferente a sus responsabilidades, Félix, que acudió a la edificación ubicada en la avenida Independencia del Distrito Nacional a las 3:00 de la madrugada del martes, estuvo allí con pocas interrupciones: “nosotros entramos, cogemos un descanso y volvemos y seguimos la labor”, contaba.
Esto, en el que asentía, fue “el trabajo más pesado” y la particularidad de acudir a una misión alejada de sus responsabilidades habituales. “La parte más difícil ha sido remover los escombros grandes, y ver a esas víctimas”, relataba.
Sin embargo, le tocó hacerle frente. Llegar a la tarea consistió en buscar la manera de cómo y cuándo adentrarse hacia el epicentro. “Después dentro ya vamos a lo que venga, lo que aparezca”, continuaba diciendo.
Una vez en el interior, la prioridad estaba en reubicar a los afectados en condición de “veintiocho”, es decir, en terminologías de su unidad, las personas que estaban vivas. Para dar paso a los escenarios de “veintiocho avanzado”, referente a heridos de gravedad, antes de la fase “veintinueve” respecto a fallecidos.
En medio de la necesidad de no mostrarse afligido, pues ralentiza las operaciones, todavía mantiene recuerdos de las súplicas de una mujer por ayuda. “Una señora que tenía un trauma craneal, que tenía una persona en las piernas aparte de los escombros, y nada más decía que la salven, que por favor y que le quiten eso de encima de las piernas”.
De ahí que no evitara las emociones cuando pudo verla salir con vida. “Cuando la sacamos, yo le di gracias a Dios más que ella, porque en la condición de ella, de señora mayor, pensé que ya cuando lográramos sacarla no iba a estar viva, pero lo logró”.
Para eso necesitaron animar la escena, considerando que “tratamos, en todo momento, hacer que ella se ría y que no pierda el conocimiento. Pero ella solo tenía una pierna un poco atascada y quedó entre medio de los escombros”, narra.
Brindar respuesta en este panorama desolador requirió de manos amigas, que, aunado a las diversas autoridades dominicanas presentes, el martes se agregaron brigadas de bomberos de Puerto Rico, México e Israel.