La segunda gestión del presidente Luis Abinader inicia con gran regocijo, para él y su grupo político, los inicios son buenos, pero más importantes son los finales.
Abinader es el primer político de su grupo que se reelige, su “segunda luna de miel”, puede degenerar en una relación disfuncional, tortuosa.
Enfrentará una deuda social acumulada de 93 años, 30 de Trujillo y 63 post-Trujillo.
Abinader acumuló una deuda externa de $44 mil millones, el peso del servicio de esa deuda puede ser catastrófico “pelo que le rompa el lomo al camello”.
Su “lucha contra la corrupción” fue persecución política, nadie fue condenado, ninguna denuncia de corrupción en su administración fue enjuiciada.
Su “lucha contra la pobreza” no promueve la independencia económica para escapar de la pobreza, perpetuará con ayudas públicas.
Sumadas las dificultades heredadas y las que él creó, hacen que el segundo período de Abinader inicie en un difícil momento económico, financiero y político nivel mundial.
Con la situación interna mal manejada, sumada a la externa, devastadora y totalmente fuera de su control, el segundo período de Abinader pude traer días bastante difíciles.
Abinader no decide nada en la alta política internacional, tampoco puede escapar de sus múltiples y destructivas consecuencias.
Como pionero reeleccionista en su grupo político, Abinader superó difíciles antecedentes. El fundador y primer presidente del grupo Juan Bosch (1963) solo duró siete meses gobernando.
Antonio Guzmán (1978) lo sacaron muerto del Palacio Nacional, Salvador Jorge Blanco (1982) salió del Palacio a la cárcel. Hipólito Mejía (2000) intentó reelegirse, perdió, quedó vivo y suelto, pero políticamente destruido.
Reelección Dominicana
Los tres dominicanos reelectos antes de Abinader, en la post dictadura, tuvieron segundos períodos difíciles.
El segundo período de Joaquín Balaguer, (1970) fue la sangrienta era de “los crímenes de Balaguer”.
Tras su reelección (2008) Leonel Fernández, destruyó el Consejo Estatal del Azúcar (CEA), la Corporación Dominicana de Empresas Estatales (CORDE), impuso el neoliberalismo privatizador. La corrupción y la delincuencia común secuestraron la nación, hasta hoy.
La corrupción del segundo período de Danilo Medina (2016) todos la recuerdan, las evidencias están en los tribunales.
Abinader tendrá que superar los desafíos de Bosch, Balaguer, Guzmán, Jorge Blanco, Mejía, Fernández, Medina, y los suyos.
En los segundos períodos los gobernantes cometen más desmanes, dificultando su salida del poder, Leonel y Danilo planearon terceros períodos, Abinader puede intentarlo.
Reelección estadounidense
En 1972 Richard Nixon se reeligió, dos años después, renunció huyéndole a un juicio político.
En su segundo período, 1984, Ronald Reagan pasó reforma migratoria del 1986, recortó impuestos y propició el colapso soviético. Terminó en el escándalo Irán-Contras, vendiéndole armas ilegalmente a Irán para financiar los contras en Nicaragua.
Bill Clinton inició su segundo período en 1996, con un escándalo sexual.
Terminó eliminando las regulaciones bancarias que estabilizaron el sistema financiero durante décadas, las consecuencias vendrían después.
En su segundo período, 2004, George W. Bush profundizó su “guerra contra el terrorismo”. Las desregulaciones bancarias de Clinton le estallaron en la cara, el mercado inmobiliario implosionó, y Wall Steet colapsó en septiembre del 2008.
En su segundo período, 2012, Barack Obama, continuó desmantelando la “guerra contra el terrorismo”, administrando el colapso financiero.
Abinader planea reducir los diputados de 190 a 137, estupenda medida anti clientelista, pero tendrá consecuencias. Eliminar 57 diputaciones reduce su base de apoyo y capital político para enfrentar, por ejemplo, los efectos de su “reforma fiscal”.
Abinader planea algo, pero otra cosa puede salirle: “el hombre propone y Dios dispone; una cosa piensa el burro, otra quien lo apareja”, dicen los dichos populares.
Luis Enrique, el príncipe de la salsa, versificó el mismo mensaje: “Yo no sé mañana, Si estaremos juntos, Si se acaba el mundo”.
La solemnidad, elegancia y “clase” de la juramentación de Abinader en el Teatro Nacional, nunca superarán el entusiasmo de la juramentación de Guzmán, aquello terminó muy mal.
El desafío no es al inicio, esta al final.